LOS LIBROS EN LA ERA DEL STREAMING

Hace casi una década la Fundación Germán Sánchez Ruipérez concentró un gran interés y esfuerzos en el trabajo de comprender las consecuencias del proceso de digitalización sobre la experiencia de los lectores y también sobre industria y los servicios públicos de lectura.

A través de sus estudios y publicaciones la FGSR llevó a cabo prospectivas sobre los modelos de negocio que tendrían sentido, una vez que se fuera desarrollando el proceso de transformación, y en tal sentido se observó con interés el lanzamiento de 24Symbols (al cual se bautizó como ‘el Spotify de los libros’), a pesar del generalizado escepticismo con el cual, rápidamente, fue acogido. Más aún, unos años más tarde la FGSR trabajó con esta startup madrileña en un modelo de utilidad experimental (Nubeteca) para adaptar el esquema de ‘contenidos en streaming’ al servicio público de lectura para que, las redes bibliotecarias aceptaran un sistema –más viable desde el punto de vista presupuestario- de pago por suscripción a descargas con caducidad, en lugar de la compra definitiva en propiedad.

El esquema de suscripción supone el pago de una cuantía, en principio fija, por la posibilidad de acceder a los contenidos del proveedor, sin que se den las características clásicas de la emptio-venditio del derecho romano, es decir, sin que se adquieran esos contenidos y pasen a ser propiedad del cliente. Esto implica que, una vez de deje de pagar la cuota por la suscripción, el cliente pierde el acceso a esa colección de contenidos.

En términos generales, la idea de que el pago por suscripción a contenidos de un servicio de streaming pudiera llegar a funcionar, tanto para consumidores individuales como bibliotecas, pareció inviable.

En cambio, parece que el éxito imparable de plataformas, como Spotify o Netflix, basadas en el modelo de suscripción, estuviera transformando el escepticismo de estos años anteriores en la aceptación de este esquema como uno de los modelos de negocio con más futuro.

La pieza fundamental para que estas dinámicas funcionen o no es, indudablemente, la actitud de los consumidores: la percepción del precio que pueden aceptar por una propuesta de valor así, la satisfacción de la experiencia (comodidad del consumo, calidad del catálogo, sencillez de las transacciones, etc.) y la posibilidad de consumir en diversos dispositivos.

Se habían hecho afirmaciones tales como que los contenidos culturales y creativos tendían a llegar a un valor igual a cero o que los consumidores en la era de internet se habían acostumbrado a no pagar por los contenidos.

Sin embargo, hace ya dos años que las cifras de facturación por compra de música han tomado un camino claramente ascendente. Según IFPI (la asociación internacional de las discográficas) en 2016 la venta de música grabada en todo el mundo subió un 5,9%, el mayor aumento desde 1997. La razón que se aporta para este comportamiento es el impacto de la generalización del consumo en streaming y su vínculo al parque de smartphones.

En el caso de los editores de prensa podemos encontrar datos que van en la misma dirección en el estudio sobre las prospectivas para los medios de información y la tecnología de 2018, realizado por el Reuters Institute for the Study of Journalism (Oxford U.). El 44% de los editores contemplan al esquema de suscripción como una fuente muy importante de ingresos digitales en 2018, incluso más que la publicidad digital (38%) y los contenidos patrocinados (39%).

Lo que resulta muy interesante es que este mismo estudio muestra que parte de los jóvenes, a causa de su suscripción a Netfix y Spotify, se muestran más receptivos a pagar por las noticias de lo que ocurría antes (cuando se les daba como demanda prácticamente perdida).

El surgimiento del concepto de consumo en streaming trae aparejado el planteamiento sobre el tipo de relación o dependencia de las plataformas, bastante sofisticadas, que es necesario utilizar para hacer la experiencia de los clientes viable. Por lo tanto, aquí también se suscita la posible vulnerabilidad de la industria cultural y creativa respecto a las grandes compañías como Facebook o Google.

En el estudio ‘Digital News Report’ se señala que casi la mitad de los directivos de medios se muestra mucho más preocupado que el año pasado por el poder que ejercen las plataformas de Internet y por esto, entre otras razones, se declaran partidarios de un mix de ingresos en el que se integren diferentes vías de facturación.