Kindle y iphone celebraron su décimo cumpleaños en 2017. Pero mientras la mitad de la humanidad ahora organiza su vida cotidiana en torno a los smartphones, muy poco ha sucedido con los libros electrónicos. El hecho de que los representantes de la industria tradicional hayan ralentizado su potencial, finalmente, perjudicará al libro en sí mismo.
De hecho, en 2017 coincidían con dos aniversarios que apenas se han valorado conjuntamente hasta ahora. Hace diez años, en noviembre de 2007, Amazon lanzó el primer lector digital bajo la marca ‘Kindle’. En junio del mismo año, Apple lanzó su primer ‘iphone’, un teléfono móvil con pantalla táctil y un nuevo tipo de sistema operativo.
La innovación central para ambos dispositivos era la conexión móvil a una red telefónica, que permitía que la funcionalidad y el contenido almacenado se actualizasen fácilmente.
Pero lo que surgió de los dos dispositivos, y más importante aún, los conceptos innovadores subyacentes, difícilmente podrían haber sido más diferentes en la década siguiente.
El iPhone y los ecosistemas digitales móviles resultantes han cambiado fundamentalmente la forma en que nos organizamos en el mundo. Y el «nosotros» aquí no se refiere solo a las partes más ricas del mundo. Alrededor de la mitad de la población mundial usa ahora smartphones para acceder a Internet y usar servicios digitales.
Los libros digitales, es decir, libros electrónicos, tienen una participación de alrededor del 20 por ciento del mercado de los libros en los EE. UU., 15 por ciento en el Reino Unido y se mueve en el rango de porcentajes de solo un dígito en los principales mercados de libros de Europa en este lado del Canal de la Mancha
Muchos en la industria del libro ven como un éxito que los libros impresos continúen dominando claramente en el mercado. ‘El libro no está muerto’ es el lema. De hecho, sin embargo, esta supuesta victoria es una reminiscencia de una lucha clásica contra los molinos de viento en un esfuerzo por crear una imagen obvia de la primera novela de Europa, ‘El Quijote’ de Cervantes. Solo héroes extraños acometen contra máquinas giratorias con largas lanzas, y malinterpretan esto como un levantamiento heroico de personas íntegras.
Los libros y la lectura de libros nunca se han puesto en duda seriamente a causa de la digitalización. Ciertamente, las tecnologías digitales han cambiado profundamente la forma en que se escriben, editan y comercializan los libros y, finalmente, llegan a los lectores. Amazon como una maquinaria de ventas ha revolucionado por completo el mercado. La disponibilidad total de herramientas y redes digitales ha significado que yo hoy pueda lanzar un libro exitosamente al mundo desde la mesa de la cocina, e incluso los límites entre ese tipo de do-it-yourself y los mayores grupos de publicación de libros se estén difuminando.
Todo esto ha sido acelerado por la revolución ‘holística’ que el Iphone ha desencadenado. ‘El móvil se está comiendo el mundo’, como lo expresó el analista de Silicon Valley Ben Evans.
Donde sea que mire, casi siempre uso esta tecnología móvil y digital que me conecta a Internet de alguna manera para hacer lo que yo quiero hacer. La supuesta ‘gente del libro’, sin embargo, se ha retirado a un nicho cada vez más estrecho en el que apuestan a que la tormenta se calmará o pasará.
El mundo de los libros ha surgido del vínculo entre una revolución tecnológica y una convulsión social y cultural. Al principio, el conocimiento se acumuló y se organizó cada vez más eficientemente en las bibliotecas de los monasterios que no estaban especialmente dedicadas a la autoridad eclesiástica o gobernante. Luego vino la imprenta, que hizo posible reproducir y diseminar este conocimiento en una nueva dimensión. Lo que está sucediendo hoy no es tan diferente.
En esto hay, por supuesto, otra paradoja: la industria del libro en realidad debería estar experimentando una edad de oro hoy. En los últimos veinte años, cientos de millones de personas han desarrollado al menos suficiente estabilidad económica y perspectivas de futuro para luchar por mejores oportunidades educativas para sí mismos, o al menos para sus hijos, para obtener acceso al conocimiento, y también para entretenerse, desde Brasil hasta India y China, en México, Turquía e Indonesia, en unos pocos países africanos, como Argelia, Túnez y Egipto y hasta los estados del Golfo en el mundo árabe.
Sin embargo, con algunas excepciones como China, India y, en cierta medida, Turquía o México, los mercados mundiales de libros se estancan.
¿Qué está pasando aquí?
Desde 2015, alrededor de un millón de personas nuevas han llegado a Alemania, la mayoría de las cuales tiene que aprender alemán y desarrollar nuevas capacidades. No he visto ninguna campaña publicitaria de la industria del libro para llegar a este nuevo y significativo grupo objetivo. A los recién llegados se les reprochó que la mayoría de ellos tenía de un smartphone. A pesar de que considerar a estos smartphones como un interfaz obvio para apoyar y para acompañar en la llegada, no se utilizó apenas.
Con herramientas digitales, de edición de contenido y, quizás más importante aún, con redes e interactividad con los estudiantes, se pueden respaldar muchos de estos procesos. En el ‘aprendizaje profesional’, es decir, en la formación profesional, esto siempre ha venido siendo un esquema habitual. Y que los alumnos, incluso en la escuela, usen sus smartphones para conectarse en red en grupos y para optimizar el proceso de aprendizaje, es tan trivial y común en todas las clases que no parece difícil de abordar.
Ni siquiera estoy abogando por el ‘aula digital’ que ha sido objeto de debate. Solo quiero expresarlo con pocas palabras: solo ha habido media revolución en los libros, y la mitad de las revoluciones son solo medias medidas.
Diez años después del lanzamiento del Kindle, muy poco ha sucedido con los libros electrónicos. Los ereaders han mejorado solo marginalmente. Además de una pantalla que también permite leer en la oscuridad y precios más bajos para el dispositivo, no ha sucedido mucho más. El tipo de lectura que hago con mi spartphone, con notas y recomendaciones, con la integración de mi proceso de trabajo en el local y más allá, incluso el equipo virtual, es inviable debido a las fronteras de las tecno-barreras. Los precios de los libros eléctricos están más orientados a los precios de los productos básicos para el hogar que al comercio electrónico con otros contenidos multimedia que recibo en mi teléfono y en mi vida digital. Los representantes de la industria del libro en Bruselas rechazaron recientemente el Mercado Único Digital. Y una participación adecuada de los autores es a menudo más elogio que plasmado en los contratos, como un esfuerzo verificable para llegar a un nuevo equilibrio.
Y entonces nos sorprende que la lectura de libros tenga cada vez menos prestigio social, mientras que la destreza en tantos medios, que compiten con el libro, gana valor constantemente.
La potencial revolución digital en los libros se ha quedado a medio camino. Y no necesita una teoría de la conspiración para decir que los Guardianes del Santo Grial del libro no están completamente disgustados con eso.
¿Cuál es la moraleja de la historia? Muy simple. Finalmente deberíamos hablar sobre ‘libros y lectura’ con más valor y confianza. Y menos con un discurso moralizante. De hecho, el lema debería ser: Es una edad de oro para contar historias que pueden describir por completo este mundo discordante y cambiante, o para apoyar el aprendizaje y la educación para más personas que nunca antes en la historia. Aprender nunca será fácil, pero puede ser mejor con una buena ayuda.
¡Y finalmente el acceso al conocimiento! A primera vista, el Smartphone ha abierto el acceso directo a un inmenso conocimiento. De los estudiantes que googlean constantemente en Berlín o Deggendorf a las mujeres de un pueblo en Kenia o de Sumatra, que organizan la venta de verduras en el mercado en la ciudad más cercana con ese dispositivo, y más importante, construyen su vida social independiente.
Pero un corpus de conocimientos mucho mayor se ha ido privatizando, especialmente en la última década, y apenas es accesible para personas ajenas a organizaciones grandes y financieramente sólidas, ya sean datos bien preparados sobre los precios de las tierras, recursos o incluso datos climáticos locales o evaluaciones de Big Data en cualquier área temática. Aquí, la revolución digital, paradójicamente, no nos ha llevado hacia adelante, sino hacia atrás, hacia un mundo muy antiguo con cerrados monasterios y tesoros aisladas de conocimiento.
Diez años después del lanzamiento de Iphone y Kindle, tendría un deseo para el cumpleaños muy sencillo: ¿qué es un smartphone? Un dispositivo que apoya con inteligencia la forma en que nos comunicamos unos con otros. En este sentido, ¡deseo tener más Smartphone (*) en el libro!
(*) Juego de palabras que alude a dotar de más inteligencia al libro.
Rüdiger Wischebart
Rüdiger Wischebart es el fundador en 2003 de la consultora austriaca Content and Consulting y autor especializado en cultura, industrias culturales, mercados globales, innovación en la industria del libro y los medios.
Es muy conocido internacionalmente por Global Ebook Report, su estudio anual sobre los mercados editoriales, que realiza la International Publishers Association (IPA) y por Global Ranking of the Publishing Industry, que se actualiza anualmente desde 2007 (lanzado por Livres Hebdo, Francia, y coeditado por The Bookseller, RU, buchreport, Alemania, PublishNews, Brasil y Publishers Weekly, Estados Unidos) y que ha venido presentando cada año en el International Digital Distributors Meeting de IPDA en READMAGINE (en Casa del Lector). También ha sido responsable de los Diversity Reports, que recogen información sobre el mercado de las traducciones en Europa y es director para asuntos internacionales de la BookExpo America y es director del Publishers’ Forum de Berlin.