La intervención de Manuel Gil en la jornada dedicada a la sostenibilidad en el mundo del libro, se centró principalmente en exponer la necesidad de emprender acciones efectivas en este campo.
Gil puso como ejemplo de su enunciado la información del Grupo Logista en relación con los 52 millones de ejemplares que mueve al año esta empresa distribuidora: ”Pero claro, el problema es que hay 12 millones de vuelta. Cuando nosotros, mi colega y yo, Jordi Panyella, hemos escrito el artículo este sobre, de cuánto contamina la industria editorial española, evidentemente, estos 12 millones de devoluciones tienen un problema, porque son rutas no optimizadas”, según Gil el volumen de huella de carbono que esto generaría sería muy grande.
“¿Se ha tomado en serio la industria editorial española el problema? Pues desde mi punto de vista, no. Se ha considerado que como era un tema que no generaba costes sobre el papel directos, pues se podía perfectamente continuar con unas prácticas que yo creo que son absolutamente delirantes. Me preocupa enormemente y lo resalto, algún segmento y algún eslabón de la cadena de valor del libro entiende la sostenibilidad de una manera absolutamente extraña. Es decir, liga sostenibilidad a que haya menos editoriales y se produzcan menos libros. Este es un tema que yo creo que el sector tiene que empezar a evangelizar y a difundir precisamente porque este es el problema”.
Gil recordó que en su participación en el congreso de coedición en 2012 pensaba que la industria editorial – a causa de su valor y sus atributos simbólicos- iba a ser especialmente rápida a la hora de impulsar precisamente este tema, pero piensa que lo que ha ocurrido es totalmente lo contrario.
Según este analista el problema reside en que “la industria editorial española no ha entendido bien que el lector es un consumidor. Me da igual que compre libros, que compro otro tipo de cosas, es un consumidor y no lo hemos tratado como tal”, porque si alguien busca hoy cualquier establecimiento se puede encontrar una multitud de productos donde se refleja la trazabilidad, la huella de carbono y los valores energéticos, que son informaciones fundamentales y que al libro no se han trasladado.
De un modo contradictorio, el consumidor español está especialmente sensibilizado sobre este asunto: “Cuando ustedes miran los últimos informes, sobre todo posteriores a la pandemia, el estudio Ipsos, el estudio Capgemini, el estudio del Foro del Banco Mundial…Resulta que España que está la cabeza de la sensibilidad medioambiental”.
Gil ha hecho una observación de las empresas que están inscritas en el “Registro de la huella de carbono” del Ministerio de Transición Ecológica y de las 7.900 dadas de alta no ha conseguido encontrar ninguna del sector. Frente a esta situación considera que se podrían conseguir claros avances si en el sector se estableciera una hoja de ruta en la que toda la industria editorial marcara unas certificaciones, unos estándares y unos sellos aplicables al mundo del libro y sus procesos.
También se refirió a la “huella de carbono silenciosa” de toda la industria de contenidos digitales, como son las plataformas de streaming televisivo o los sistemas de comercio electrónico; las cuales, según los datos que el conferenciante maneja, contaminan mucho más que la industria del libro impreso.
También defendió una aplicación o subida de los “impuestos verdes” para la industria del libro en España, que está por debajo de países como Francia y Alemania.